Construyendo una identidad
Abrimos la puerta al mundo de repensar las polarizaciones de la identidad argentina. Nos adentramos en un viaje que recorre distintos caminos, los que atraviesan antagonismos y dicotomías, exploran subjetividades y analizan percepciones.
Recorremos el primer camino, Las Oposiciones, a través de la mirada de Víctor Massuh quien en su Argentina como sentimiento presenta algunos “males argentinos” que han venido dando vueltas a lo largo de la historia a través de una “discusión imaginaria” en la que polariza, por ejemplo, la raíz de la población misma: “el indígena y el colonizador español”.
Sin embargo, después de este punto de partida, Massuh reflexiona: “si agudizamos la mirada y si nos liberamos del hábito del juicio global” quizás nos demos cuenta de que la esencia del mal es un bien porque la colonización fue un “fecundo mestizaje racial y cultural, el punto de encuentro y confluencia donde nacieron inéditas formas del carácter, del pensamiento y la emoción: la formidable explosión de la originalidad americana”.
Además, Massuh destaca que: “muy próximos, casi pegados e inconfundibles están el uno y el otro” y que en este tipo de enjuiciamientos globales domina una desmesura que impide el acceso a la verdad. Quizás esta mirada nos lleva a tener otra percepción de la idea de lo opuesto y a transformarla en la de sumatoria y del complemento.
Con este pensamiento llegamos al segundo camino, El Explorador. Empezamos a recorrerlo buscando percibir la identidad argentina ya no en términos dicotómicos. Por el contrario, explorando nos adentramos en el pensamiento dialéctico y nos encontramos con el pensamiento de D. Cuche:
“La identidad social es al mismo tiempo inclusión y exclusión: identifica al grupo (son miembros del grupo los que son idénticos en una determinada relación) y lo distingue de los otros grupos (cuyos miembros son diferentes de los primeros en la misma relación).
Si bien encuentra antagonismos en la identidad social, Cuche, al igual que Massuh, resalta la idea de la sumatoria y del complemento: “No hay identidad en sí, ni siquiera únicamente para sí. La identidad es siempre una relación con el otro. Dicho de otro modo, identidad y alteridad tienen una parte en común y están en una relación dialéctica”.
Se puede partir desde los opuestos, un grupo y otro grupo, pero ambos son partes necesarias y complementarias para elaborar una construcción social. En palabras de Cuche:
“La identidad es una construcción que se elabora en una relación que opone un grupo a los otros con los cuales entra en contacto”.
Siguiendo por este camino explorador, nos encontramos con miradas que ven la identidad argentina desde otra perspectiva. Como, por ejemplo, la del economista, periodista y docente Tomás Bulat que en su libro Estamos como somos bucea en las características de la sociedad argentina para comprender nuestra realidad como país e invita a repensar ciertos mitos planteados como opuestos irreconciliables, por ejemplo: somos un país pobre o somos un país rico.
Con este repensar nos adentramos en otro camino: Las Percepciones. Al tomarlo, descubrimos que al percibir y ver la realidad de distinta manera damos formas a creencias. Al respecto, Bulat afirma: “La idea de la Argentina como país rico es sin duda una de las creencias más fascinantes y arraigadas del nativo promedio” y profundiza sobre las raíces del mito: “Somos un país rico”. Encuentra varias: un territorio inmenso, con vastos recursos naturales y con diversidad en todas sus formas que puede ser explotadas de distintas maneras: industria minera, turismo, ganadería, agricultura, etc.
No obstante, la mirada de economista lleva a Bulat a la conclusión de que no somos ni muy ricos ni muy pobres. “Más bien, estamos en la mitad de la tabla.” ¿Cómo logra conciliar los opuestos de este mito? Observando el PBI per cápita argentino, que “está bien lejos del ingreso per cápita de un país desarrollado” … “la Argentina es un país con muchas potencialidades pero pocas realidades”.
Las Percepciones también puede llevar a preguntarnos:
¿Cómo nos vemos y cómo quisiéramos vernos?
En medio de este camino, llegamos a un recodo que puede ayudarnos a encontrar alguna respuesta, el recodo del sociólogo Zygmunt Bauman:
“El vínculo íntimo existente entre la realidad y su percepción (o entre la percepción y la realidad que genera y/o que sostiene) no es un postulado, sino un atributo inseparable de la condición existencial del hombre (una modalidad específicamente humana de estar en el mundo, si prefiere utilizar el vocabulario de Heidegger)”.
“El tema se reduce a la factibilidad o la posibilidad de producir cambios en la percepción, con los que provocar cambios deseables en la realidad. En otras palabras, cambiar la realidad por el medio de cambiar su percepción.”
Entonces, lo que creemos, lo que vemos, lo que percibimos, es pasible de ser modificado si cambiamos nuestro punto de vista, nuestra actitud hacia lo que vemos.
En este revelador recodo, nos encontramos también con Mafalda, una niña curiosa e inteligente que siempre se hace preguntas:
“¿Por dónde hay que empujar este país para llevarlo adelante?”
Justo aquí, con esta pregunta de Mafalda, nace nuestro último camino: El Liberador, el que nos lleva hacia las reflexiones finales. Podríamos responderle diciendo que para empujar este país o cualquier otro tendríamos que mirar las diferencias no a través de términos dicotómicos, de antagonismos u opuestos irreconciliables sino recordando la inseparable relación dialéctica, conciliando, tendiendo puentes.
Hay que empujar el país hacia visiones diferentes complementarias, como las percibe Massuh. Hacia miradas ni mejores, ni peores, sino distintas.
Hay que empujar el país recordando que el ser es siempre, en alguna medida y en todo momento, “postalgo”, está en permanente cambio y construcción, permanece indefinido.
Hay que empujar el país con la esperanza de que la puerta que abrimos al mundo de repensar las polarizaciones de la identidad argentina nos lleve a reformularla, a hilvanarla y tejerla, construirla y reconstruirla a partir de las diferencias y las distintas percepciones pero con miradas y posturas conciliadoras que sean capaces de verla ya no celeste O blanca, sino celeste Y blanca.
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