Artículo escrito por Mariela Kaddour compartido a través de SIETAR Argentina.
¡Uy! Se termina el mundial y esto me dice que ya pasaron 4 años desde que mi amiga Sara me preguntó: “Pero, ¿cómo lo hacemos?” después de haber leído un artículo que compartí con la comunidad de Sietar Argentina allá por 2014 (https://sietarargentina.org/2014/07/14/alumbremos-nuestro-aprendizaje-intercultural/).
Verdad, a lo largo de ese artículo alentaba a alumbrar el aprendizaje intercultural y muchísimos lectores, al igual que Sara, quizás se deben haber planteado lo mismo o deben haber querido tener una mejor orientación respecto de los pasos por seguir si de aprendizaje intercultural se trata. De hecho, mi queridísima amiga Laura también me consultó sobre qué leer para descubrir más ese mundo.
Lo cierto es que, a pesar de intentar bucear permanentemente en mares interculturales, reconozco que a mí también me inquieta esta cuestión y me sigo planteando: ¿Hay pasos por seguir en el camino del interculturalista? ¿Existe una extensa y riquísima bibliografía que nutra y nos prepare mejor para el diálogo intercultural? ¿Tenemos alguna receta mágica escrita para que cuando se entrelazan culturas el resultado sea fantástico?
Alguien un poco más inmerso en el mundo de la interculturalidad nos podrá orientar y decir, por ejemplo: desarrollando la competencia intercultural, estando más inmersos en otras culturas, profundizando otros mundos, asistiendo a congresos, talleres y cursos especializados, leyendo a…
Aun así, doy fe, el “¿cómo lo hacemos?” podría seguir estando presente. Cada vez con más frecuencia me hago la pregunta: “¿Cómo nos comunicamos mejor entre culturas?” y cada vez soy más consciente de que muchas veces no logramos siquiera “comunicarnos” con aquel con el que compartimos el día a día en nuestra propia cultura, y de que todos los intentos que hacemos por comprender y llegar más al otro, poniéndonos en sus zapatos, pueden llegar a quedar en eso, sólo intentos.
Pero también estoy convencida de que la competencia intercultural se desarrolla, de que cada uno de nosotros somos responsables y de que tenemos la necesidad de hacerlo como “agentes de cambio”. ¿Dónde buscar, entonces, otras herramientas para ser más sensibles interculturalmente? ¿Compartiendo más espacios que nos den la oportunidad de poner en práctica los recursos con los que ya contamos? ¿Teniendo facilitadores y coaches cerca que nos hagan analizar y reflexionar sobre la otra cultura y sobre la nuestra?
En lo personal, siempre termino creyendo que las respuestas pueden ser tan amplias como diversas las miradas. Sin embargo, cada vez me convenzo más de que explorando y aprendiendo sobre las similitudes y las diferencias, desarticulando prejuicios y desdibujando mitos vamos de a poco abriendo más las puertas a ese diálogo fluido entre culturas que buscamos, y ayudamos también a que OTROS mundos y el NUESTRO se transformen.
Ojalá, esta vez, comparta un nuevo artículo antes del próximo mundial y que no nos reencontremos recién hacia Qatar 2022. Aunque, si de tiempo se trata, en este día a día del diálogo intercultural, sí que tenemos mucha tarea por hacer y objetivos por cumplir. Quizás, empezar por uno mismo, ¿ambicioso? Por ejemplo, polarizar menos, que no vayamos por todo o por nada, que no veamos en el otro al blanco o al negro, al rico o al pobre, o sea, lograr que nuestro pensamiento pueda pasar de lo dicotómico a lo dialéctico y que en lugar de poner “etiquetas” podamos empezar a desprenderlas ampliando miradas.
A aprovechar este frío invernal para arroparnos más de sensibilidad intercultural, a aprovechar la oportunidad de vivir ese proceso dinámico y eterno de transitar la diversidad, incluyendo más, siendo mejores observadores, analizando y empatizando mejor, reflexionándo muchísimo y, ¿por qué no?, DISFRUTANDO las diferencias. ¿Acaso estos pueden ser los primeros pasos que nos acerquen a una riquísima receta intercultural? Probemos, ¿sí?